viernes, noviembre 30, 2007

Anexo del post acerca de seguriodad y amenazas por correo electrónico

Esta es el copy-paste de la columna que León Krauze tiene, a la cual nos referiamos en este post, donde explica lo sucedido en su encuentro con un fantasma antisemita, como él los llama. Algo digno de analizar.

No les puedo decir "que lo disfruten" pero sí me atrevo a decirles: disfruten del análisis y que se pudran en el infierno todosd los tipos como este que amenaza de manera cobarde: (la palabra del día de hoy con eso de la aparición de la virgen es: "que se pudran en el infierno")

Ahí va:

Mi encuentro con 'Shitberg'

León Krauze
Excélsior, 04-Nov-2007

La obligación de las sociedades modernas y maduras es desterrar, de una vez por todas, los prejuicios y la ignorancia, que tantas vidas han cobrado a lo largo de la historia de la humanidad.

He tenido la fortuna de haber crecido en México siendo judío. A diferencia de la familia de mis abuelos, que perdieron la vida en el Holocausto, he vivido en paz, en un país en el que experimentar el racismo no es la regla, sino la excepción. A lo largo de mi vida recuerdo algunos contados episodios de antisemitismo. En la
preparatoria, un profesor declaró su desconfianza ante 'la obsesión usurera' de los judíos. En la universidad, otro maestro nos recomendó leer ese libelo vergonzoso que es Los protocolos de los sabios de Sion, producto de la perversa imaginación de la policía zarista. Más adelante, en una de mis primeras tardes frente a un micrófono, un radioescucha llamó para exigirle a la estación que sacara del aire a 'ese judío'.

En la vida cotidiana también me he encontrado con el fantasma antisemita. Muchas veces le he preguntado a algunos de mis amigos por qué creen necesario decir 'voy a ir con ese doctor judío' (como si uno tuviera que aclarar que tiene un abogado católico o una secretaria protestante). Otras veces, en el mundo académico, me enfrenté con juicios antiisraelíes que, en el fondo, eran antisemitas: cuando a
Israel se le aplican criterios morales o patrones de juicio que no se emplean para ningún otro país, el antisemitismo ha hecho su aparición.

La vida política mexicana también ha sufrido de antisemitismo. No es ninguna casualidad que, cuando decidió postularse a la presidencia del país, Jorge Castañeda se encarara con dementes que, entre gritos, le subrayaban su segundo apellido (Gutman). Con todo esto, México nunca ha tenido que pasar por ataques tan terribles como el que, en 1994, hizo añicos el Centro Comunitario Judío de Buenos Aires. De una u otra manera, con dolores ocasionales y tragos amargos en lo individual, la comunidad judía mexicana ha prosperado.

No por eso, sin embargo, debe uno ignorar la aparición del prejuicio. No puede uno ser tolerante con los intolerantes: en esto, el relativismo moral le ha hecho un daño enorme al mundo. Las cosas hay que ponerlas en su sitio. Por ello, es mi obligación relatar mi encuentro con el más virulento antisemita mexicano que me he topado.

Hace unas semanas, tras la muerte de mi abuelo Moisés (y la posterior aparición de las esquelas pertinentes), recibí un correo electrónico firmado por (lo juro) 'Cacavid Charon Shitberg Unreinstein', dirección rausjuden@hotmail.com . El señor Shitberg, escondido en el clásico
anonimato de cobardes de su tipo, me dedicaba veinte líneas brutales.

Entre otras cosas, se congratulaba por el reciente deceso de mi abuelo: 'un impuro menos en el mundo'. De ahí, el asunto se puso personal. Llamándome Pajt, segundo apellido de mi abuelo, Shitberg celebraba la muerte de un 'Kraushit' (su obsesión coprológica es, por cierto, asombrosa). Para Shitberg, como en el caso de tantos otros antisemitas, ni yo ni mi familia somos 'verdaderos mexicanos', sino
judíos invasores. La carta terminaba con un 'Heil Hitler'.

No pude resistir y cometí el error de contestarle, brevemente y sin insultos. Su respuesta tardó unos días en llegar. Cuando lo hizo, el tono había escalado de nuevo. Esta vez, Shitberg me llama 'rico impuro animal'. Más adelante, me desea un feliz día de muertos, 'tradición mexicana pura, aunque los impuros van a ver la mierda de película shiva hecha con puuura mierda judia. Tienes mucho que celebrarla
(sic)', concluye, haciendo referencia a Morirse está en hebreo, la cinta de Alejandro Springall sobre la Shivá, el luto judío. Shitberg vuelve a firmar con otro saludo nazi y agrega, ahora, por si quedara duda, un 'Third Reichmex' (habría que aclararle a este pobre hombre que, de haber llegado hasta América, su ídolo nazi hubiera destruido al pueblo mexicano con el mismo gusto con que pretendía acabar con
cualquier pueblo mestizo).

Sospecho que Shitberg es lector de Excélsior (ni modo, ningún medio puede escoger a su público). Creo que ahí encontró mi dirección de correo, que acompaña, como todos los domingos, mis textos. Mi instinto inicial fue retirarla de una vez por todas. Me avergüenza confesar que lo consideré: ¿para qué aguantar, después de todo, estos desplantes?

Pero no lo hice ni lo haré. Como en el caso de todos los prejuicios racistas, los agresores pretenden, precisamente, amedrentar hasta el silencio al objeto de su odio. Lo que ha conseguido Shitberg es todo lo contrario. La obligación de las sociedades modernas y maduras es desterrar, de una vez por todas, los prejuicios y la ignorancia, que tantas vidas han cobrado a lo largo de la historia reciente de la
humanidad (de la antigüedad ni hablamos). México no es la excepción.

En nuestro país, que, aunque lejos de ser ideal, es compasivo y tolerante por naturaleza, un hombre como Cacavid Shitberg merece ser expuesto y desenmascarado. Cara a cara con la intolerancia, el silencio nunca es un camino.

camarahungara@hotmail.com

León Krauze

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